La idea social sobre vivir en pareja, es contradictoria. Por un lado nuestra sociedad promueve el individualismo, la realización personal, el tener un espacio propio, guardar tus propios secretos personales, y al mismo tiempo, se idealiza la familia y la pareja como meta social que implica volverse uno solo, desvivirse por el otro, compartirlo todo y no tener secretos entre sí. El concepto de hogar tiene que ver con la forma en que compartimos un mismo espacio y vida, y su organización en la convivencia diaria refleja un poco el cómo resolvemos estas cuestiones sociales.
En la pareja, existen secretos compartidos, y otros personales. Cargas emocionales individuales en ocasiones se comparten, se sostienen en pareja, e incluso se cargan los secretos del otro como si fueran propios. No hay testigos de los pensamientos, nadie sabe la totalidad ni siquiera de uno mismo, pero cada historia depende de las personas más próximas. La pareja se vuelve es mejor testigo, el autor de la historia del otro.
La casa también guarda esos secretos, ocultos en las grietas están las cicatrices de quienes la habitan. Los espacios más íntimos revelan el interior de quienes los comparten.
Dos personas que cohabitan: se aman, se odian, son seres individuales e independientes, que al mismo tiempo dependen el uno del otro. A veces uno ignora una parte suya, que el otro adivina. Dos seres independientes que se complementan, comparten vida, planes, sueños y al mismo tiempo ignoran y desdibujan al otro.
El proyecto es una serie fotográfica de autorretratos en fotografía digital con mi pareja, en nuestra casa y en los lugares más íntimos que compartimos