ENCIERRO PARA LA LIBERTAD

Tal cual, como película apocalíptica, vivimos hoy en un mundo lleno de desafíos a los que la humanidad no se había enfrentado nunca. Al día de hoy, quien no se encuentre frente a una pantalla está limitado. Socializar, trabajar, estudiar e incluso el ocio se vuelve virtual y accesible solamente para los afortunados que podemos mantenernos en aislamiento social y hacer nuestra vida totalmente limitados por los muros de nuestra casa.

Habitar hoy, en nuestra realidad, adquiere un sentido diferente a como lo concebíamos. Nuestra relación con el espacio inmediato adquiere nuevas dimensiones. Pareciera que se nos ha limitado la libertad y sin embargo, somos los más afortunados, esos que estamos encerrados y conectados a través de una pantalla, estamos en ventaja, sobre todo los que trabajamos en línea.

Trabajo, escuela, ocio, información y comunicación, todo desde casa. Esto parece ser el nuevo mundo que se nos impone, al que nos habíamos encaminado y que desde hoy se instala determinante. Porque incluso cuando la emergencia del virus termine, la forma de habitar el mundo cambiará para siempre. Muchas implicaciones derivan de esta idea, muchas exigencias y retos en un país como México, en el que no todos tenemos la fortuna de tener techo y mucho menos los medios digitales que nos permitan estudiar o trabajar en línea. Lo peor es que en estos momentos el cambio debe ser inmediato, porque el hecho de salir de casa hoy, implica un riesgo en lo más valioso que tenemos: la salud.

Así que la libertad ya no parece ser lo mismo. Porque en estos días será más libre quien pueda sobrevivir desde casa que quien no. El encierro hoy, es un privilegio, tranquilidad, ventaja y por tanto, nos permite sentirnos un poco más autónomos; y esto me hace cuestionar si realmente alguna vez fuimos tan libres como para salir, decidir o actuar por nuestra cuenta.

Tal vez sea éste el momento de liberarnos, de los sistemas que nos atan. Cuestionar el sentido de nuestra vida, dar valor a lo que realmente importa para comenzar a vivir, en vez de sobrevivir ¿será posible? Al menos desde mi perspectiva, y por supuesto manteniéndome positiva, sí.

Este tiempo encerrada, me ha hecho sentir en control más que nunca y a pesar de todo. He valorado y ha aumentado la calidad de vida porque disfruto de mi familia, de mí misma, de mis mascotas, de mis intereses, y todo porque se nos ha regalado eso que parecía faltarnos siempre: tiempo. No podíamos perderlo nunca, pero ahora parece sobrar, y eso nos permite usarlo de manera efectiva, para reflexionar, planear, enfocarnos, trabajar en lo que podemos, amar y disfrutar. Parece ser que para todas las cosas para las que antes no había tiempo, hoy resulta que eran las más importantes y valiosas, justo para las que trabajaba y por las que terminaba el día agotada, sin lograr dedicarles, al final, ni siquiera un momento.

Observando a mi hija frente a una pantalla toda la mañana “en clases”, me pregunto si es sano o pedagógico que pase tantas horas así, pero sobre todo ¿lo era cuando en vez de una pantalla se sentaba en un salón más de cuatro horas? Probablemente es momento de encontrar nuevas formas también para la educación. Porque no creo que todo implique simplemente cambiar los espacios, de uno físico a uno virtual. Creo que esta crisis debe implicar cambios, en muchos aspectos de nuestro mundo, como la educación.

Probablemente no sea la única que agradezca que ya existían cambios en mi vida como si me hubiera preparado desde antes a este raro presente. Una forma de vida minimalista, que había meditado, trabajado y compartido, aunque ¿cómo no ser consumista en un mundo que justamente da valor a las adquisiciones? Ser minimalista implica precisamente estar más en casa y convertir ese espacio en prioridad, no con acumulaciones, al contrario, con sólo lo necesario. Buscar tiempo para uno mismo también había implicado dar valor y meditar sobre las verdaderas prioridades en mi vida y mucho de mi trabajo se había ya reducido a enfocarse solamente en algunos aspectos productivos, para dejar otros de lado. Agradezco todos estos cambios que me permitieron transitar de una vida consumista a una más minimalista. También agradezco mi trabajo como activista de la autoestima, que poco a poco, me ha permitido estar más en armonía con quien soy, y sin dar tanta importancia a los otros consumos de ideas sobre cuerpo-objeto y la salud-visible.

Ojalá que este tipo de cambios crezcan no solo en mí, sino que el mundo apueste también por una vida minimalista, menos consumista por la solidaridad, la empatía, por valorar la humanidad y volver a dar importancia a la familia y se dé menos importancia a la productividad, que la acumulación deje de ser prioridad, y sobre todo que logremos tener mayor conciencia para cuidar el medio ambiente y la naturaleza, para estar en armonía con nuestro lugar en este mundo.

Hoy me doy cuenta que soy más que mi profesión, ya no soy Carina la “fotógrafa”. Mis prioridades ya no están en crecer curricularmente, ganar más o ser más conocida. De hecho, no tengo casi trabajo. Algunos concursos, cursos on line, y escribir me permiten ir al día. Prácticamente una fotógrafa sin cámara. ¿Volverá el mundo a necesitar mi servicio? Antes parecía importante, pero hoy sé que soy más que fotógrafa, soy yo, y puedo serlo encerrada, con mis seres valiosos, para compartir y vivir en ese espacio que hoy puedo llamar hogar. ¡Nuevas formas de trabajo son necesarias, claro! Pero no permitamos que limite el tiempo que da prioridad a lo verdaderamente valioso en nuestra vida.

Hoy nos toca habitar cada uno en su mundo. En eso que hoy muchos comparan con una jaula. Y aun así pienso que solamente desde esa jaula, debemos preparar un mundo que realmente nuestros hijos puedan habitar para ser verdaderamente libres.